domingo, septiembre 8, 2024

Chango Spasiuk: Abriendo Caminos

Por Walter Garré

El chango Spasiuk ingresa a Billboard y conecta con su memoria: “Cuando escucho Billboard me trae recuerdos de viejas colecciones. Siempre estaba muy fascinado por las tapas de discos, por las letras con las cuales se escribían los nombres de los artistas como en esa época donde el arte del disco era todo un trabajo artesanal súper sutil y lindo. Entonces siempre linkeo con Billboard esas cosas”, comenta. 

Billboard, ese nombre que resuena en los recuerdos del Chango, es parte de la historia de la música en el mundo y, en nuestro país, se cumplirán en agosto 10 años de presencia ininterrumpida. En el marco de los festejos y novedades, tomamos un nuevo desafío: “Billboard Inside”, un ciclo de podcast que reúne entrevistas intimistas, en las cuales nos bajamos de la vorágine que tanto caracteriza a esta era y conversamos fuera de la ansiedad diaria. Porque no todo es resumible en unos caracteres o minutos.

Tu arte y tu conexión con todos los géneros, con toda la música alrededor del mundo te llevaron a realizar un disco como Eiké ¡Y lo hiciste en el momento en que no podías ir a ningún lado!

En el momento en que no podía viajar a ningún lado, conecté con todos lados. Creo que con Eiké fue posible conectar con tanta gente gracias al encierro, porque las agendas de Jaques Morelenbaum, Gustavo Santaolalla, Carlos Núñez, Erik Truffaz, Majid Bekkas, Per Einar Watle, o de Sixto Corbalán fuera de pandemia es muy activa.  Pero en el encierro todos de alguna manera disponían un poco más de tiempo y todos aceptaron mi invitación. En un principio ese disco iba a ser solitario: fantaseaba con esto de que toco el piano, leo poesía en el living de mi casa y muestro un aspecto más de proceso creativo; así había arrancado el disco. Pero después empecé a escribir a quienes me acompañaron, todos aceptaron y me devolvieron algo superador desde sus lugares y así es como que el disco se volvió muy internacional.

Imagino que dejaste tu huella en ellos para que respondan de esa manera… 

Es muy bello eso de estirar tu mano y encontrar otra que también está estirando para encontrarse, porque de alguna manera la música es un espacio en el cual se pueden conectar cosas que pareciera que no tienen ninguna conexión. El arte, de alguna manera, es un espacio que conecta cosas que pareciera que no tienen puntos de contacto; entonces una trompeta de jazz con un acordeón de chamamé o un ronroco, una flauta celta, o instrumentos de Senegal, culturas que pareciera que no tienen una conexión, y de golpe las hay. Ese es un bello ejercicio que en este disco he podido plasmar.

No te limitás a un sonido o lugar. Esa amplitud de ir con el chamamé a todos lados, de fusionarlo, de meterte con todos los sonidos y conjugarlos en tu mundo, ¿cómo la fuiste construyendo?

La vida me fue sorprendiendo todo el tiempo. Yo quería tocar el acordeón, pero no tenía esa visión, porque no era una época en la cual vos veías por la tele o las redes las posibilidades de desarrollo. De hecho, todo lo que hago es porque en el fondo lo que más me gusta es sentarme a tocar el acordeón.
Después pones un montón de energía en desarrollar proyectos para crear situaciones en las cuales te sentás a hacer lo que más te gusta, que en mi caso es tocar el acordeón.
Entonces, no importa en qué lugar del mundo lo hagas. Al momento de tocar en Apóstoles, Buenos Aires, París o en Nueva York, vos no estás diciendo: “Qué bello, estoy tocando en el Carnegie Hall”, respecto a esta última. Sino que cuando estás tocando tu cabeza está en limpio, sos el sonido y celebrás lo que sucede que es tocar música en vivo. 

La diversidad te acompaño toda la vida.

Desde mucho antes de que yo naciera eso estaba ahí. Un historiador hace poco me comentó de un informe de principios de 1900 elevado por una maestra del pueblo de Apóstoles, Misiones; ella venía de Corrientes a enseñar a una escuela primaria y Apóstoles tiene una tradición de haber recibido a muchos inmigrantes polacos, ucranianos, del sur de Brasil, del Paraguay; hay una población mestiza.
El informe de la maestra dice algo más o menos así: “Hoy es mi primer día de clase, estoy en un aula de Apóstoles y los niños hablan en ucraniano, en polaco, en portugués, en guaraní y en español. Ni ellos se entienden entre ellos, ni yo los entiendo a ellos”. Así que imaginate esa mezcla cultural en un aula con niños. Entonces el historiador me dice: “Como tu música, Chango”. 
Cuando nací la diversidad me rodeaba, la frontera que no es frontera, la diversidad de colores, entre los mestizos, los criollos, los inmigrantes, lo que es un poco más europeo, lo que es más sudamericano, lo que está relacionado con los pueblos originarios… Para mí es absolutamente natural esa diversidad y de eso se nutre mi mundo.

Desde lo internacional sos admirado, y en Argentina, además, el rock te recibió con los brazos abiertos desde los 90’, por ejemplo, con Divididos ¿Cuál crees que es el diferencial que te permite moverte en mundos tan diferentes abriendo caminos? 

Hay otros músicos que empezaron a abrirse antes, como los encuentros de León Gieco con Antonio Tarragó Ros, hay algunos cruces así. Pero yo supongo que es un poco porque cuando nacés dentro de la tradición del folclore estás esperando a que te legitimen los demás, mucha gente del folclore quiere ser respetada, pero sin respetar al otro.

Entonces, creo que por lo menos lo que he hecho es intentar mostrarles lo bella que es nuestra tradición, pero también puedo disfrutar de otros compositores. No sé, de un Jimi Hendrix tocando la guitarra, de Jimmy Page, de Led Zeppelin o de la manera de tocar de [Ricardo] Mollo, que cuando lo escuchas con su guitarra, decís: “Qué bello, qué conexión que tiene con Hendrix y con esa tradición de guitarristas”.
Es muy importante legitimar también el otro universo. No importa la tradición en la que hayas nacido, hay que aprender a valorar el arte de los otros también, pero no por ello yo me voy a volver un rockero, yo no me crié con esos discos, empecé a escuchar Los Beatles a los 20 años recién y escuché toda su discografía, pero no es la canción de mi infancia, ni de mi adolescencia.

Pero cuando miro y observo cómo producían sus discos, cómo grababan y todo lo demás, sería un estúpido si no aprendo de ello. De ver cómo trabajaban con un tipo como George Martin y cómo orquestaban, el cuarteto de cuerda y los arreglos… ¿Por eso voy a ser un rockero? No, pero tengo que aprender a ver cómo trabajaban, cómo grababan, cómo desarrollaban sus ideas.

Creo que ese ejercicio de ver la belleza que hay también en los otros mundos ha hecho de que pueda conectar con muchos, sin dejar de ser yo. No me siento un representante de mi tradición, pero evidentemente soy de esa tradición porque nací en ese lugar. Entonces, el chamamé es de los chamameseros, y el chamamesero es, de alguna manera, alguien que resuena con esa vibración, con esas texturas, con esas expresiones. Hay algo de uno que se conmueve y a mí me pasa eso en mi corazón.
Eso es intransferible, no importa cómo me ven los demás, lo que importa es qué tan honesto soy yo con eso que me pasa, con esas músicas. Después admiro todas las demás músicas, pero, como dice un poeta, esa es mi canción de cuna y será el sol de mi vejez.

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