sábado, abril 20, 2024

Permiso para ser mujer

Creo que todos los seres humanos tenemos algún momento de la vida que nos marca, ese momento en el cual podemos decidir continuar como estábamos o tomar un nuevo camino, así como en el libro Elige tu propia historia.

Ese momento en mi vida fue mi divorcio, mi vida fue un antes y un después de eso. Lo cierto es que, todo comenzó con el nacimiento de mi hijo, no significa que el sea el culpable del divorcio, sino más bien, la persona que vino a mi vida a mostrarme el camino.

Los voy a poner en contexto, ya que hasta ese momento, creí que tomaba decisiones por mi misma, lo cierto es que lo hacía pero en forma inconsciente mis ancestros dirigían muchas de mis decisiones a través de patrones de conducta familiares que tenía aprendidos.

¿Tuviste alguno de esos momentos? 

Soy Paula Cabalen, primera hija de 4, papa Fernando (descendiente de turcos) y mama Clara (italiana) quien vino en barco a sus meses de vida.

Soy Paula porque no fui Paulo. Después vino Fernanda, Mariano Fernando y Vale, la ultima que se filtró como solían decir mis viejos.

Tuve la bendición de crecer con abuelas y abuelos. Aprendí a hacer pasta casera, bordar, tejer, amasar, agasajar.

Fui criada por mis padres, ambos trabajadores y familieros, me inculcaron la pasión por el trabajo.

Mi abuela Carmen, a cuyo padre conoció a sus 24 años, me inculcó todo lo que había que saber para ser la esposa perfecta y me abuela Emma me decía, sé independiente, jamás dependas de los hombres. Tarán… nunca pensé que esa frase calaría tan profundo. 

Por alguna razón, me puso una meta, ir hacia esa independencia. Desde chica tuve puestos lindos e interesantes y fui creciendo en el mundo corporativo, sin darme cuenta de que la fuerza interior que utilizaba era la de Pablo, no la de Paula. 

Me encontré en el año 2005 antes de entrar a una reunión con hombres de una empresa muy conocida en Argentina, diciéndome: Pau, trae a tu versión masculina a la reunión. 

Me sentía tan cómoda entre hombres, siempre fui la amiga de los varones. Era mi mundo seguro. Cuando estaba en el colegio secundario un mini grupo de mujeres me hizo mucho daño, y decidí en ese entonces cortar relación con las mujeres, porque eran dañinas. Fue asi que construí mi perfil masculino, gracias a mis amigos. Claro, tuve novios, me casé también. Pero yo era la power. No me había dado cuenta de eso sino hasta que fui mama de Juan Bautista.

Cuando quedé embarazada de mi primer hijo, era Gerente de Proyecto en DHL internacional, trabajaba entre Miami y Argentina, me querían tanto que me ofrecieron un puesto en Miami que estaba aceptando hasta que el evatest dio positivo. Fue ahí que la carroza se convirtió en calabaza.. pero que bueno!! Comenzó el nacimiento no solo de Juan, sino de Paula también. Paula.. no Paulo.

En ese momento sentí mas que nunca lo difícil que era ser mujer y Gerente en un mundo corporativo y rodeada de hombres. Las mujeres en mi rubro, cuando quedaban embarazadas, iban al área de soporte, para estar tranquilas.

Mi cliente de Estados Unidos, no me quería embarazada, de modo que no me fui de IBM. Mi jefe de IBM me ofreció súper entusiasmado una posición de Gerencia dentro de la empresa, pero yo quería seguir yendo de cliente en cliente, lo mío era la venta y consultoría. Insistí, y armé ese camino que aun no había transitado ninguna mujer allí.

Al tiempo me fui, a crear un área a otra empresa. Sufrí acoso, si me alineaba con el, mi vida sería mas fácil, fue su mensaje… dejé ese mismo día el trabajo. 

En medio de ese caos de cambio de trabajo, de mudanza, decido divorciarme.

Quienes me tocaban el cuello aduciendo que estaba contracturada, quienes me sugerían que usara mis dotes femeninos porque ganaría mas cosas… sin darse cuenta, ellos me estaban ayudando a empoderarme.

Recuerdo haber estado en una reunión de dirección de proyecto, en la cual un hombre ya mayor me gritó, en medio de su desesperación porque el proyecto se había ido de alcance, frené mis lagrimas, me dije: acá no, acá no, acá no. Regrese a la oficina y le escribi un correo invitándolo a almorzar, cuando me encontré con el, le dije: la próxima vez que haces algo asi, me llevo a todo el equipo. No solo nunca mas me mal trató, sino que hoy me manda saludos a través de gente conocida.

A mis 35 años vuelvo a apostar a la maternidad, de la mano de mi amigo Diego, con quien convivíamos. Ni bien supe que sería mama de una nena, me metí de cabeza en terapia, dije: no se como ser mama de una nena, y no quiero que ella no sepa que hacer. 

El día en que nació Manu, yo acababa de firmar la creación de mi empresa de consultoría Consultophy, con mi socio Diego, el papá de la criatura.

Con ese nacimiento, nació mi búsqueda por un propósito mayor, tenía que ver con el bienestar y el balance de vida, y de a poco incluir en ese proceso a las mujeres. 

Fueron algunas mujeres quienes me lo hicieron notar, jamas había sido mi foco. Por el contrario, yo era la que sabe como relacionarse muy bien con los hombres, desde un punto de vista ejecutivo.

Qué me ayudó, el lado B. La meditación, la sanación, la psicología, el coaching, el yoga, todo eso que adicioné como camino alternativo y que hacía para sanarme, sin darme cuenta se convertiría años mas tarde, en una de mis fortalezas.

Sin enojo, con cooperación, con sanación.

¿Por qué cuento esto?, porque cuando veo a las mujeres enojadas con los hombres, pienso, es una cultura que lleva tiempo cambiar, y se que cuanto mas nosotras trabajemos en nuestra sanación, comprensión del árbol familiar, de la estructura de los secretos familiares y de la repetición de patrones familiares, mas tendremos el lugar que queremos, sentimos y nos merecemos. Sin necesidad de pelearnos, sino atrayendo lo que necesitamos para evolucionar.

Me di cuenta de que nuestro mayor poder es nuestro liderazgo, el de nosotras mismas, y asi .. como el agua, hacer nuestro camino.

Todo lo que no sanamos en nuestras relaciones lo repetimos en el trabajo, con nuestros jefes, compañeros, en nuestros logros y por supuesto en nuestras relaciones de pareja.

Encontrar el balance es bailar con nuestra energía femenina y masculina. Es integrar a nuestros padres, aceptarlos, aceptar quienes fueron o quienes son, y darles las gracias por habernos dado la vida.

Encontrar en aquello que hayan faltado, el aprendizaje acerca de lo que nosotros debemos sanar, para no repetir. Y de esta forma, dejar de pedir permiso para ser.

por Paula Cabalén

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