viernes, marzo 29, 2024

Borges garpa

Recibí las Obras Completas de Jorge Luis Borges el día en que me recibí de Profesora. Pasados seis años en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, no había leído ni un solo cuento de este sujeto.

Entré en la Facultad en 1976, sabrán sacar sus conclusiones. Durante mis años de docencia me dediqué a enseñar libros completos: todos los cuentos de El Aleph, todos los poemas de Fervor de Buenos Aires, todos los cuentos de El informe de Brodie porque estaban todos ellos en el grueso tomo verde y además, porque en la unidad del libro todo hay claves importantes.

Días atrás una compañera del Bachillerato Popular Independencia me acerca un ejemplar igual al que yo trafiqué durante casi cuarenta años: idéntico, nuevo. Pero con la firma auténtica de su autor. Es una firma concreta, pequeña, certera. Me lo ofreció, que yo le buscara un destino, ella necesitaba la plata para pagar una deuda, el ejemplar lo había recogido de un montón de libros en un domicilio de Barrio Norte donde el dueño del lugar le había dado permiso para llevarse lo que pudiera y quisiera.

Yo ya tenía ese objeto, destartalado, re-encuadernado, escrito, subrayado, fatigado diría Asterión. Lo ofrecí entre mis allegados, lo expuse en Mercado Libre y en dos meses apareció un comprador, que generoso lo llevó en dos cuotas. Al entregarle la primera cuota a la vendedora, mi compañera, me miró y me dijo, “Gracias por lo que hacés por mis hijos.”

Estábamos en una reunión y me pidió si podía alcanzar a sus hijos de vuelta a Villa Urquiza. Era de noche, uno de ellos estaba descompuesto, eran muchachines, quince y doce años, más menos. Fatigada di vueltas en redondo hasta encontrar el camino, la charla no fluía, me sentí en el laberinto de Creta pero sin el hilo de Ariadna, embarullada. En una de esas entra un aire por la ventana y me encuentro dialogando con ambos hermanos sobre las artes marciales, sobre la defensa personal, sobre el aikido.

El Borges de los cuentos se había hecho palabra en diálogo: fluían los pensamientos de estos niños como en los cuentos que tanto había trabajado, sus palabras venían pausadas, con el encantamiento de la primera vez. Lo viví con la intensidad de una epifanía. Ellos contaban partes de sus vidas, en Misiones, en diversas circunstancias, no retuve más que ese tiempo espeso y compartido dentro del automóvil y ahora se me vienen encima como hermanos Juan López y John Ward, Cristián y Eduardo Nilsen los intrusos, Droctulft y la inglesa y tantos otros que no alcanzo a ubicar.

Tal vez no esté de más decir que, de quién recibí esas Obras Completas el día en que me recibí de profesora y el ahora dueño de estas otras Obras Completas verdes de la Editorial Emecé, firmadas por Jorge Luis Borges, es el mismo, es mi hermano.

Tal vez no esté de más también decir que cuando los hermanitos bajaron del auto y dijeron a coro “qué lindo auto”  la esquina  de Triunvirato y Juramento se había convertido en la esquina de la Habana y Segurola.

Borges garpa, créanme

Composición escrita en un ejemplar de la gesta de Beowulf

A veces me pregunto qué razones

Me mueven a estudiar sin esperanza

De precisión, mientras mi noche avanza,

La lengua de los ásperos sajones.

Gastada por los años la memoria

Deja caer la en vano repetida

Palabra y es así como mi vida

Teje y desteje su cansada historia.

Será (me digo entonces) que de un modo

Secreto y suficiente el alma sabe

Que es inmortal y que su vasto y grave

Círculo abarca todo y puede todo.

Más allá de este afán y de este verso

Me queda inagotable el universo.

por Elisa Salzmann 

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